El voto electrónico ha seguido una ruta con avances y retrocesos que, en países como Brasil, se ha consolidado firmemente y, en cambio, en Holanda y Alemania en que parecía haberse consolidado, lo han dejado de usar por diversas razones.
La tecnología ofrece soluciones altamente confiables para poner en la mesa de las discusiones la viabilidad de instrumentar estas soluciones.
Ningún sistema es totalmente seguro y que su seguridad y la de la votación que en ellos se reciba depende del rigor con el que se instrumente cualquier mecanismo, entendiendo que cada uno implica retos tecnológicos diferenciados.
Yo creo que es posible la instrumentación de sistemas tecnológicos en nuestros procesos electorales ya que existen diversas soluciones tecnológicas que pueden ofrecer confiabilidad suficiente para mantener el derecho al voto con los principios de universalidad, secrecía y efectividad que hoy logramos con el voto en papel.
Pero confiabilidad no es sinónimo de confianza.
Desde la reforma política de 1977 hasta la reforma constitucional electoral del 2014, el hilo conductor de los esfuerzos legislativos ha sido la desconfianza de las fuerzas políticas.
Desconfianza en el compromiso y acción de otras fuerzas políticas; a la intervención de los gobiernos, al uso electoral de recursos privados aportados por los empresarios; a la movilización de las organizaciones sindicales; a la intervención de agentes del extranjero; a la preferencia partidista de los funcionarios de las mesas directivas de casilla; a la injerencia indebida de los capacitadores electorales o de los consejeros de los de los Organismos Públicos Locales y ahora, desconfianza y yo diría hasta temor, por el involucramiento del dinero del crimen organizado.
En el PAN consideramos que el voto electrónico debe apostar por un asentamiento gradual, guiado por una visión de largo plazo que conjunte tres características:
Primero: Claridad y nitidez en la definición e identificación del problema o la circunstancia que se pretende atender o solucionar con el uso de tecnología;
Segundo: identificación de las personas y grupos sociales a las que beneficiaría el uso de la tecnología, considerando la mayor o menor urgencia de su instrumentación, para garantizar el ejercicio de los derechos políticos; y,
Tercero: consolidación de la estrategia constructora de confianza mediante la réplica de los modelos pilotos que el INE ha instrumentado con las distintas tecnologías disponibles.
Apresurarnos a instrumentar el voto electrónico sin resolver las dudas de confianza y sin construir un sólido consenso político, puede generar una crisis democrática más grande que ninguna otra que hayamos vivido en nuestro país.
El ambiente político del México de nuestros días, cargado de ataques furiosos contra el árbitro electoral y contra los rivales políticos, es sólo una mala etapa que pronto quedará en el olvido.
En cambio, el vigor institucional permite sentir esperanza y confianza en el futuro en el que estaremos aterrizando los cambios que exigen la realidad y los nuevos tiempos.
Hemos dado el respaldo a la utilización de los sistemas que han demostrado ser confiables y estamos comprometidos con avanzar en la instrumentación de cualquier tecnología que permita ejercer su derecho al voto a personas con dificultades de movilidad, o con cualquier otra restricción que pueda ser salvada con esos mecanismos.