Muera el mal gobierno

El grito de independencia inició la madrugada del 16 de septiembre de 1810 con el cura Miguel Hidalgo, y desde entonces, se celebra para conmemorar el inicio de la independencia de nuestro país, a nivel nacional, estatal y municipal, siendo el más importante el del presidente de la república.

De acuerdo al protocolo oficial, el Grito de Independencia se debe llevar a cabo de la siguiente forma:

“¡Mexicanos!

¡Vivan los héroes que nos dieron patria!

¡Viva Hidalgo! ¡Viva Morelos!

¡Viva Josefa Ortiz de Dominguez!

¡Viva Allende! ¡Viva Aldama!

¡Viva la independencia Nacional!

Sin embargo, varios de los presidentes han querido presentar creativamente nuevos “vivas” en su grito oficial, que han desvirtuado el protocolo establecido y que han servido para demostrar su visión del momento político que se vive y para añadir a diversos personajes de la historia patria.

El presidente Echeverria en su momento gritó un viva a los paises del tercer mundo, haciendo sentir que su visión de lider latinoamericano era posible; el presidente Salinas incorpora a los héroes de chapultepec, de la reforma y la revolución.

En el siglo XXI, quizá el primero que rompió el protocolo fue Vicente Fox en su sexto grito de independencia cuando incluyó a las mexicanas y a los mexicanos, un viva a Leona Vicario, un viva a nuestras instituciones, un viva a nuestra democracia y un viva a la unidad.

Casi todos los presidentes de la república, incluidos gobernadores y presidentes muncipales que han dado algún grito de independencia, han incluido frases distintas al protocolo, que a veces han rayado en el exceso o en el ridículo.

Sin embargo, desde el grito inicial en Dolores Hidalgo, en que también se arengó con gritos de muerte, todos habían presentado sus expresiones en sentido positivo, diferente a lo que escuchamos en el cuarto grito de independencia del presidente López Obrador cuando gritó vivas a la muerte de la corrupción, vivas al clasismo y al racismo.

Inmersos en una ola de violencia en el país, gritar que muera algo o que muera alguien, es un contrasentido y una irresponsabilidad.

Quién lanza vivas a la muerte, ¿en que está pensando?, porque si en este gobierno se habla de combate a la corrupción, pues hay casos emblemáticos de la misma que lejos de “matarla”, ha sido tolerada, como la casa gris del hijo, los sobres amarillos de los hermanos y los contratos a familiares del presidente; la corrupción de Delfina, la que va a ser candidata al estado de México,  o de Ana Guevara en el deporte mexicano; los contratos de CFE de Bartlet o los escándalos de SEGALMEX, por mencinar algunos.

Al gritar que muera el clasismo y el racismo, ojalá se hubiera referido a excluir de su lenjuage mañanero esas expresiones de descalificación como “fifís”, “conservadores”, “hipócritas”, “fascistas” o “traidores a la patria”.

El colmo hubiera sido que hubiera gritado muera el INE, muera el tribunal electoral federal, muera la constitución y muera la ley que es la ley.

No se le debe olvidar al presidente, algo que no se les olvida a los mexicanos, que el cura Hidalgo, en aquel 16 de septiembre de 1810 uno de sus primeros gritos para arengar a la multitud fue: “Muera el mal gobierno”. ¡Cuidado!

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